
Mucho se ha hablado de la falta de valores de la sociedad actual. De la falta de solidaridad entre los seres humanos, de la falta de honestidad y el afán por el dinero que lo justifica todo, de la falta de cooperación entre los países del globo para atacar de manera efectiva los grandes problemas que nos aquejan en la actualidad. Mucho se ha comentado que los problemas surgen de los modelos sociopolíticos instaurados en los diferentes países. Los que se dicen llamar socialistas, atribuyen todos los problemas al capitalismo, y éstos últimos atribuyen sus fallas a todos los controles que la sociedad impone sobre el libre mercado. Otros mencionan que el tema está en que no invertimos suficiente en el sistema educativo. Sin embargo, el qué enseñamos y el cómo lo hacemos, todavía deja a millones de niños y jóvenes sin un verdadero sentido del ser, que los guie a una vida plena y feliz.
En Luddos creemos que el mundo será mejor en la medida que las nuevas generaciones crezcan con una alta autoestima, con una inteligencia emocional que le permita reconocer sus propias emociones y ser empáticos con los demás, y con una mentalidad de que si se trabaja con perseverancia no hay meta inalcanzable. Esta manera de ser se forja en los primeros años de vida del ser humano. Los valores como la honestidad, la solidaridad, la perseverancia, la serenidad, la capacidad de perdonar y la cooperación son mucho más importantes para el “éxito” de una persona que un alto índice académico, ser políglota o conocer cómo fundar una empresa en la adolescencia. Lamentablemente, en los últimos años, hemos llenado el tiempo de nuestros niños y jóvenes con cada vez más actividades para “prepararlos” para el futuro. Esto está produciendo generaciones de personas que consideran que las circunstancias externas tienen mayor control sobre sus vidas que lo que ellos puedan decidir y hacer, con mayores niveles de stress y con niveles sin precedentes de depresión. (The decline of play/Peter Gray/TEDxNavesink). Si encima de eso, añadimos el aumento cada vez mayor del tiempo que pasan nuestros jóvenes al frente de una pantalla de celular, tablet o computadora (How technology affects child development/Catherine Steiner-Adair), nos encontramos con una situación preocupante que muchos padres y madres ni siquiera se están dando cuenta que está ocurriendo, en donde sus hijos cada vez son más hiperactivos, menos sociables y con una menor capacidad del manejo de la frustración.
Durante muchos años se ha catalogado el juego “libre” como una actividad que los niños utilizan para “matar” el tiempo y que no tiene mayor valor intrínseco. Tanto así, que cada vez más hemos reducido el tiempo que nuestros hijos están en estos juegos “inútiles” para llenar sus agendas con actividades que buscan llenar el currículo de nuestros hijos cuando todavía no cumplen una edad de dos dígitos. Esta científicamente demostrado que esta visión del juego libre mencionado anteriormente está profundamente equivocada, en el libro “La manera Danesa de Criar” de Jessica Joelle Alexander e Iben Dissing Sandahl” se menciona como en los colegios daneses ya no mandan tareas para la casa y los recreos en donde se deja jugar a los niños de manera libre son cada vez más largos. Esto hace que los niños pueden tener más tiempo para jugar sin reglas fijas, lo que conlleva a muchas ventajas. Una de las principales es que el juego es la manera natural que los niños utilizan para comunicar sus pensamientos y sentimientos. Por lo tanto, un niño que se le permite jugar libremente, es un niño que aprende a relacionarse mejor con sus semejantes, aprende habilidades sociales, aprende a reconocer sus sentimientos y los de sus compañeros de juego, y permite drenar emociones negativas como el sentimiento de fracaso, miedos y ansiedades de una manera terapéutica.
Un padre o madre que haya sido educado en las ventajas que tiene el juego entre padres e hijos y sepa utilizar las técnicas adecuadas para desarrollar la inteligencia emocional de su hijo mientras está jugando con él, es una persona que está proporcionando las herramientas fundamentales para que su hijo tenga una vida plena y feliz. Un padre o una madre que sepa los principios básicos de la terapia filial tal como las describe Sue C. Bratton y Garry L. Landreth en su Manual de la terapia de relación Padre hijo, o que maneje los juegos de apego descritos por Aletha Solter en su libro homónimo, estará dando pasos fundamentales para que sus hijos crezcan como personas con una excelente salud mental y con valores sólidos para lograr cualquier meta que se propongan en la vida.
Entre las ventajas que tiene jugar con tus hijos usando las técnicas descritas en el párrafo anterior, y que enseñamos en nuestro Curso On Line de Crianza Lúdica, podemos mencionar las siguientes:
- Se fortalece la relación afectiva padre – hijo(a) o Madre – hijo(a).
- Se puede pasar de una disciplina basada en recompensas y castigos a lo que nosotros denominamos una crianza lúdica, que está basada en que el niño coopera por el amor y respeto que siente por sus adultos significativos.
- Se desarrolla un locus interno en nuestros hijos. Esto significa que ellos desarrollan la convicción de que lo que pase en el mundo depende muchísimo de lo que ellos decidan hacer, y que sus vidas no está regida por factores externos fuera de su control.
- Enseñamos a nuestros hijos a reconocer sus propios sentimientos, factor clave e imprescindible para que ellos aprenden auto regulación y auto control de sus comportamientos.
- Alentamos los esfuerzos de nuestros hijos y no sólo alabamos un resultado, lo que establece una mentalidad de superación que es básica para que la persona desarrolle resiliencia.
- Atesoramos lo que sin lugar a dudas, son los momentos más felices de nuestras vidas. Aquellos en los que estábamos inmersos en el aquí y en el ahora disfrutando con nuestro seres más queridos.
Unos seres humanos que crezcan en un hogar en donde su padre, madre o adulto significativo se haya tomado el tiempo para jugar libremente con sus hijos, serán aquellos que puedan transformar nuestro mundo en uno donde reine la honestidad, la solidaridad, el respeto, el perdón y la serenidad. Por eso, decimos que el juego en familia puede cambiar el mundo.